Maestro Severo


El virus COVID-19 ha sido un maestro severo. El virus no habla, pero sus acciones dicen mucho y sus lecciones dolorosas nos obligan a aprender lo que deberíamos haber aprendido hace tiempo si no fuésemos tan obstinados y desconsiderados con la naturaleza y con los demás.

El virus COVID19 nos ha obligado a permanecer a dos metros de distancia como previniendo la violencia física; nos ha obligado también a usar cubre bocas como diciendo que evitemos humillarnos verbalmente. El virus nos encerró en casa porque hemos devastado la naturaleza en el planeta Tierra y nos hemos explotado unos a otros.

La naturaleza está reclamando sus derechos de propiedad sobre el planeta Tierra:

El COVID19 nos obligó a quedarnos en casa para que los animales pudieran andar libremente por donde nunca antes habían andado y para que el agua y el aire rejuvenezcan.

Sin palabras, el virus nos mostró cuán dañinos hemos sido para la naturaleza en nuestro planeta Tierra. La naturaleza no podía soportarnos más y nos encerró en nuestras casas para mostrarnos cuán hermoso es el planeta Tierra sin la intervención humana.

Las consecuencias del COVID19 han propiciado una iniciativa en la que el presidente francés Emmanuel Macron respalda el llamado de la ONU para un alto al fuego global, y asegura el respaldo de cuatro de los cinco miembros permanentes del Consejo de Seguridad de la ONU.

Cuando el virus desaparezca, ¿volveremos a al mismo error? ¿estaremos dispuestos a volver a esa mentalidad errónea atrasada? ¿a seguir depredando la naturaleza? Si es así, entonces ¿hubiera sido mejor no deshacernos del error?

Lo que parece irreal hoy, será la única realidad posible:

La crisis del COVID19 no es solo una crisis biológica, sino también una crisis espiritual para transformar paulatinamente nuestro espíritu egocéntrico en espíritu de responsabilidad mutua.

Jorge Alejandro DelaVega L.
socius.tribus@gmail.com

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