Kirk Douglas
Issur Danielovitch Demsky fue conocido mundialmente como el actor Kirk Douglas. Los padres de Kirk Douglas, Bryna Sanglel y Herschel Danielóvich, fueron campesinos judíos, procedentes de Chavusy, en la región de Maguilov, en el Imperio ruso, actualmente Bielorrusia.
El artículo siguiente fue publicado en AishLatino en el año 2008. Lo republicaron en febrero 2020 para recordar al legendario actor Kirk Douglas, quien falleció el 5 de febrero de 2020 a los 103 años de edad.
Kirk Douglas y su retorno al judaísmo
Después de filmar más de 80 películas, sobrevivir a un accidente de helicóptero y a un ataque al corazón, el famoso actor disfruta el mundo de la Torá.
Todo comenzó en el año 1991
Estaba en un helicóptero, apenas habíamos despegado, y estábamos a unos 20 metros del suelo. Al mismo tiempo, un pequeño avión despegó con un maestro y su estudiante, y chocamos. Nuestro helicóptero se estrelló contra el asfalto, pero el avión explotó y ambos pasajeros murieron.
Desperté en el hospital atormentado por una ola de culpa. "¿Por qué murieron esas dos personas? ¿Por qué yo estaba vivo?". Eso me asustó, y traté de encontrar la respuesta.
Pero... ¿dónde encuentras la respuesta a una pregunta como esa? ¿Vas a ver a una adivinadora de la suerte a que te lea las cartas? ¿A un astrólogo? ¿O quizás a la India para pedir una audiencia con el Dalai Lama?
Lo que nunca pensé fue buscar la respuesta en el judaísmo
El judaísmo y yo nos separamos hace mucho tiempo cuando yo era un niño pobre creciendo en la ciudad de Ámsterdam, en Nueva York.
Yo quería ser un actor, no un rabino
En ese entonces, yo era muy bueno en el jeider (escuela religiosa para niños), por lo que los judíos de nuestra comunidad pensaron que harían algo maravilloso si recolectaban dinero suficiente para enviarme a una Ieshivá y de esa manera me convertiría en rabino. Y eso me asustó terriblemente, pues yo quería ser actor. Créeme, los miembros de la comunidad fueron persistentes. Yo tenía pesadillas de que tendría peyes largos y un sombrero negro, y tuve que trabajar mucho para salirme de eso... me tomó un tiempo largo entender que no tienes que ser rabino para ser judío.
Una historia aterradora
Me asusté del judaísmo a la edad de 14 años después de leer la historia en la cual Dios le ordena a Abraham que sacrifique a su hijo Itzjak. Recuerdo la escena en mi libro escolar. Abraham con una barba larga, tenía en una mano un cuchillo y en la otra a su pequeño hijo asustado. ¡Y ese niño se veía igual que yo! Un ángel estaba intentando evitar la acción de Abraham. ¿Cómo podría convencerlo de que era simplemente una prueba? ¡Vaya prueba!
Esta escena quedó grabada en mi mente por mucho tiempo hasta que fui alejándome del judaísmo. Crecí, fui a la universidad, pero mi judaísmo se quedó atascado en el texto escolar de un niño de 14 años.
Muchos de nosotros parecemos satisfechos al eliminar la religión de nuestras vidas, basándonos en lo que estudiamos a los 14 años.
Se me ha dicho que ninguna persona racional tomaría una decisión respecto de su negocio basado en lo que sabía cuando tenía 14 años. No decidirías con quien casarte basado en lo que sabías sobre el amor a los 14 años. Pero muchos de nosotros parecemos satisfechos al eliminar la religión de nuestras vidas, basándonos en lo que estudiamos a los 14 años... yo fui uno de aquellos tontos.
Claro que siempre supe que era judío e inclusive hice una audición para tratar de incorporarme a un teatro en idish en Nueva York. Me veían con pelo rubio y ojos azules y decían: "Cuando tengamos una papel para un nazi te llamamos".
Aunque me sentía atraído al drama y misterio del judaísmo, otros aspectos me alejaban. ¿Qué tenía en común con aquellos hombres de barba, sombrero negro y largos peyes?
Pero a medida que pasaba el tiempo, empezaba a ver las cosas un poco diferentes. El catalizador fue mi hijo Michael. Un día me preguntó: "Papa, ¿de dónde vienen tus ancestros?". Eso fue lo que me incitó. No estaba seguro. Yo sabía que mis padres venían de Rusia, de algún lugar llamado Mogilev.
De repente me di cuenta de que no sabía nada sobre mis antepasados. Todos estaban muertos. No tenía antepasados. Esto me deprimió y me asustó. ¡No tenía antepasados! ¿Puede acaso una persona saber quién es realmente si no sabe quiénes son sus antepasados?
Estaba descansando en mi cuarto meditando sobre esta pregunta por enésima vez, cuando levante la mirada y vi en la pared mi colección de litografías de Chagall, su serie de la Biblia. Y me tocó, pues ahí estaban mis antepasados.
Antepasados famosos
¡Eran más famosos que estrellas de cine! Abraham, Itzjak, Iaacov, Salomón, David, Rivká, Rajel, Rut, Ester. Ellos eran mi familia, los músicos, guerreros, poetas, legisladores, etc. Empecé a leer sobre ellos y cuanto más leía, más feliz me sentía. ¿Por qué? Porque todos venían de familias como la mía, todos tenían problemas: Caín mata a Abel, Iaacov le miente a su padre, Iosef es vendido por sus hermanos. Y a pesar de todo se les dio una segunda oportunidad: ¡Todos ellos se sobrepusieron y lograron grandes cosas!
¡Qué inspirador para un pecador como yo! ¡Y qué carga de culpa para mis hombros!
Estaba muy agradecido a Chagall por recordarme el increíble linaje del cual provenía. Después me enteré de que Chagall, un judío ruso, vino de una ciudad muy cercana a la de mis padres en la Rusia Blanca o Bielorrusia. De hecho, tanto mi padre como Chagall dejaron esa región más o menos al mismo tiempo. Chagall se convirtió en un artista famoso en París, y mi padre se convirtió en un famoso vendedor de trapos en Ámsterdam, Nueva York. Los judíos tienen diversos talentos.
La maravilla de la supervivencia judía
Fue ahí cuando me di cuenta de que debemos agradecer a aquellos judíos piadosos de barba y sombrero por haber ayudado a mantener el judaísmo vivo por tanto tiempo.
¿Cómo sobrevivimos, esparcidos por diferentes partes del mundo, en medio de culturas extrañas, constantemente perseguidos?
Nuestros enemigos se levantaron y cayeron, y nosotros seguimos aquí. Los babilonios, los persas, griegos, romanos, todos están fuera de la película, pero nosotros permanecemos. Fue ahí cuando me di cuenta de que debemos agradecer a aquellos judíos piadosos de barba y sombrero por haber ayudado a mantener el judaísmo vivo por tanto tiempo.
Ellos entendieron algo muy profundo, algo que nosotros, los más seculares, nunca entendimos. Dios nos dio la Torá e hizo que seamos la "conciencia del mundo". Las ideas de amor, compasión, amabilidad a los extraños y a los pobres, las ideas de santidad del propósito humano, la reverencia por la vida y la disciplina personal, todas provienen de la Torá. Inclusive que nosotros los judíos a veces nos olvidemos, nuestros perseguidores siempre se acuerdan.
Así dijo Adolf Hitler en su momento:
"Es verdad que nosotros los alemanes somos bárbaros; ese es un título de honor para nosotros. Yo libero a la humanidad del alma: del sufrimiento degradante causado por una falsa visión llamada conciencia y ética. Los judíos han infligido dos heridas a la humanidad: la circuncisión en su cuerpo y la conciencia en su alma. Esos son inventos judíos. La guerra por el dominio del mundo está siendo peleada solamente entre estos dos campos, los alemanes y los judíos. Todo lo demás es pura decepción".
Hitler tenía razón. Todo es la batalla entre el bien y el mal. Y ahora, poco a poco, he comenzado a percatarme de lo que esto significa para nosotros los judíos, y me da miedo, pues nos hace cargar con una enorme responsabilidad.
No hay que sorprenderse del por qué muchos judíos han tratado de escapar a la seguridad de la asimilación. Pero esa seguridad siempre resulta ser una trampa.
La trampa de la asimilación
¡¿Increíble no?! Antes de que los nazis llegaran al poder, Alemania era precisamente el país donde los judíos se habían asimilado a un nivel asombroso. El judaísmo estaba muriendo y los alemanes, quienes habían aceptado a los judíos con los brazos abiertos, se dieron media vuelta con un gran odio. Y esto ha pasado una y otra vez.
¡¿No es raro que con todas las persecuciones a las que hemos sido sometidos, lo peor siempre viene cuando nos alejamos del judaísmo?!
¿No es raro que con todas las persecuciones a las que hemos sido sometidos, lo peor siempre viene cuando nos alejamos del judaísmo?! ¿Nos estará diciendo algo Dios? Estoy comenzando a pensar acerca de eso.
A lo largo de mi vida, cuando me iba alejando más y más del judaísmo, siempre quedé atado a un solo hilo delgado: Iom Kipur. En ese día ayunaba. Podía haber estado disparando en el set con Burt Lancaster o John Wayne, pero siempre ayuné. Verás, había algo que me asustaba en aquel libro en el que está escrito: "Dios decide quien vivirá y quien morirá...", quien sobrevivirá un accidente en helicóptero como yo, y quien moriría...
"Regresando a casa"
El accidente de mi helicóptero me hizo tomar conciencia de lo que había estado merodeando bajo la superficie por todos esos años. Hice una visita a Israel después de una ausencia de doce años. Había filmado cuatro películas ahí y había estado muchas veces, pero esta vez me quedé allí mucho tiempo. Estaba emocionado.
Manejamos al hotel King David en Jerusalem. Todos parecían muy contentos de verme de nuevo. Nos acompañaron a mi esposa y a mí hasta nuestro cuarto. Caminé hacia la ventana y me quedé viendo la magnifica vista de la ciudad vieja, las murallas del Imperio Otomano rodeadas de pasto y flores.
La primera vez que miré desde esa ventana fue cuarenta años antes, vi soldados árabes caminando y bloqueándome la entrada a la ciudad vieja, asegurándose de que no llegáramos al Muro Occidental, al Kótel.
¡Cómo había cambiado Israel desde entonces! ¡Tantas cosas nuevas! Pero lo más importante... tantas cosas viejas.
Lo viejo es lo que me trajo de vuelta. No esperé a cambiarme de ropa, corrí fuera del hotel cuando el sol se estaba poniendo. El Muro estaba lleno de gente rezando. La energía que emanaba de todos los judíos que rezaban a un paso veloz era abrumadora. Me acerqué a la gente. Era difícil encontrar un lugar para tocar el Muro. Caminé tratando de encontrar un lugar donde poner mi pequeño pedazo de papel con mi rezo. Encontré uno. Mientras lo metía, toqué otros papelitos. "¿Habrán sido contestados esos rezos?", me pregunté. Seguro que sí, pues Dios contesta todos los rezos, pero a veces la respuesta es "no".
Confrontando el pasado
Fui a caminar a través del túnel que va junto a los cimientos del Templo. Ese túnel te lleva a lo que alguna vez fue el lugar más sagrado de los judíos. Mientras caminaba siguiendo a mi guía, dejé que mis dedos acariciaran los increíbles bloques de piedra que encierran la montaña donde alguna vez el Templo estuvo erigido. Y después nos paramos en un punto donde podíamos ver una piedra especial. Mi guía, una jovencita de Pittsburg que se había mudado a Israel, dijo en voz baja: "Esta es la piedra del Monte Moriá".
Miré esa piedra negra y dura. "¿El Monte Moriá?", pregunté. "¿Quieres decir...?". Ella acabó la frase por mí. "Sí, aquí es donde Abraham tomó a su hijo Itzjak para sacrificarlo". La escena de mi texto escolar regresó a mi mente. Pero ya no me asustaba. Ahora sabía que Abraham vivió en un tiempo en donde sacrificar a un hijo era una práctica común. La lección del Monte Moriá era precisamente que Dios no quiere el sacrificio humano, que Dios no es alguien del cual uno debe tener miedo. El túnel estaba muy silencioso, poco iluminado, fresco. La voz de mi guía era un poco más fuerte que un susurro: "Aquí es donde comenzó todo". No podía hablar de la emoción. Ella tenía razón.
Este lugar representaba el principio de todas mis dudas. Y, después de todo, el final de las mismas.
Aquí en el túnel oscuro, mirando la roca del Monte Moriá, crecí. Esa noche pasé Shabat en un hogar en el corazón de la ciudad vieja. Cantamos canciones; canciones felices. Me sentí bien. A través de la ventana pude escuchar las mismas canciones y ver las otras casas alumbradas por las luces cálidas de las velas.
Cerré mis ojos y podía ver la cara de mi madre a través de las velas, diciendo los rezos de Shabat. Esa noche sentí que "había vuelto a casa".
Un gran camino por recorrer
Sé que mi travesía aún no acabó. Tengo todavía un gran camino por recorrer.
Cuando apenas regresé a estudiar Torá, estaba motivado. Sólo tenía 350 páginas para estudiar. Pero cuando empecé a estudiarla seriamente, entendí por qué dicen que es una vida de estudio, ya que me tomó más de dos meses salir del relato del Jardín del Edén. Antes de que pudiera acabar, mi espalda se lesionó y pasé una operación. Dos semanas después tuve un ataque cardíaco y mi vida estaba acabada por tener que volver a aprender a hablar.
Ahora ya no soy tan engreído como solía ser. Ahora no tomo el lenguaje por sentado.
Ahora ya no soy tan engreído como solía ser. Ahora no tomo el lenguaje por sentado. Cuando no tenía problema con él, parecía tan natural. Piensas y lo expresas verbalmente. No te das cuenta de que existen miles de terminaciones nerviosas en tu mejilla, tu lengua, tus labios. Nunca piensas en el movimiento de tu lengua contra tus dientes, y todo combinado con tus cuerdas vocales. ¡Hablar es un milagro!
Y los milagros sólo vienen de Dios. Y están a nuestro alrededor. Recuerdo haber sido despertado por un temblor, y por poco me caí de la cama. Ese poder, ¿de dónde vino? ¿Alguna vez has visto un huracán que levanta a los largos árboles como palillos? Es impresionante. ¿Alguna vez has visto el cielo en una noche oscura? Existen cientos de billones de estrellas en otras galaxias. ¡A billones de años luz de distancia !Un milagro tan increíble asombra a la mente.
Pero yo estoy esperando por un milagro pequeño. Espero que no sea demasiado tarde para mí. Si Dios es un Dios paciente, probablemente me dará el tiempo suficiente para estudiar las cosas que tengo que saber para entender qué es lo que nos hace a los judíos ser la conciencia del mundo.
Compilación:
Jorge Alejandro DelaVega L.
Jorge Alejandro DelaVega L.
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