Educación Infantil
Tenemos la obligación de escuchar a los niños; involucrarlos plenamente en las decisiones sobre el futuro; fomentar la capacidad que los niños tienen para imaginar, anticiparse y desear mejores condiciones de vida en nuestro planeta Tierra que compartimos.
La educación comienza con la actitud de los educadores en cada palabra, en cada acción, en cada movimiento. Decirle al niño cómo hacer las cosas, si el niño lo pide, es mejor que decirle qué hacer. Los padres pueden encontrar formas ingeniosas para despertar en sus hijos el deseo de hacer lo que hay que hacer. De esta forma el deseo será propio del niño y estaremos educando de conformidad con el niño. Se trata de que padres e hijos perciban claramente hacia dónde desean ir por voluntad propia y evitar la coerción en los niños que crea generaciones resentidas. Los padres pueden despertar la voluntad propia, el libre albedrío en sus hijos.
Nos complace cuando las personas aprecian la inteligencia y los buenos modales de nuestros hijos, pero olvidamos que en la escuela, nuestros hijos, están tratando de "sobrevivir" a la hostilidad de algunos de sus compañeros. Nos dedicamos a crear un "oasis" para nuestros hijos en casa, sin tomar en cuenta que la vida real ocurre fuera de casa. Allí, fuera de casa, en el gran mundo, los niños aprenden de algunos adultos que el éxito y la prosperidad se logran con mentiras, intrigas y fuerza. Acostumbramos a los niños a tener doble cara; un comportamiento en casa y otro fuera de casa.
Los padres quieren que sus hijos sean "mejores que otros niños" y, con este pensamiento, "mejor que otros", los niños aprenden la separación en lugar de la unión entre compañeros y perciben que el mundo se divide en "nosotros" y "ellos" y, si "ellos", se interponen en nuestro camino, entonces quedaran fuera de "nuestra ley" y, los resultados de tal perspectiva en la vida cotidiana, serán desastrosos.
A los niños, independientemente de su afiliación a un grupo por motivos sociales, nacionales, religiosos o de otra índole, habrá que garantizarles el respeto a sus intereses vitales recordando la regla: "no hagas lo que no deseas que te hagan".
El conocimiento y el aprendizaje pueden contribuir al bien común de la humanidad, siempre y cuando en la educación se incluyan formas para convivir en armonía. Una educación mejor para nuestros hijos, comienza por educar a los padres. El mundo será mejor, cuando la humanidad sea mejor.
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