Primeros Judíos en México


“Señor, os tefilim[1] que llevas en la cabeza son Israel. Cuando los tefilim de un simple judío caen al suelo, él los levanta con amor, las limpia y las besa. Señor, tus tefilim han caído al suelo.”[2]

Como hemos podido observar, cada comunidad de judeo-conversos presenta su propia imagen, perfilada y conformada de acuerdo a las circunstancias externas que le acosaban o le atemorizaban. El caso de “Los Altos de Jalisco” en sí es todo un fenómeno. Su estudio quizá ha sido tratado más que que ninguna otra zona del país; economistas, literatos, filósofos, historiadores, antropólogos y demás, han encontrado en esta porción del suelo mexicano, un filón inagotable de cultura, teorías y análisis, sólo que han descuidado -¿cuál será la razón?- la herencia israelita de este núcleo singular de población. A excepción, claro está, de un puñado de estudiosos locales que se han atrevido a tocar el asunto; para desgracia nuestra en forma muy breve.

Primeramente y en vías de orden, hemos de mencionar que la región de Los Altos ocupa la totalidad de la parte noreste del Estado del cual toman su nombre.[3] Curiosamente su conformación geográfica es muy parecida a la del Estado de Israel;[4] incluso, los más viejos de la región le llaman “la Palestina de los Altos” o “la Palestina Chiquita”. Hay quienes sostienen aún, la versión de que cada población alteña originalmente contaba con dos nombres, su nombre bíblico y su nombre oficial, quedando hasta la fecha sólo algunas villas como muestra de ello. Como es el caso de Belén, Betania, y otras más que escapan a la memoria.

Actualmente la zona de Los Altos se compone de 25 municipios, cubriendo el norte los municipios de Lagos y Ojuelos, al sur Zapotlanejo y Tepatitlán, al oeste Yahualica, Mexticacán y Teocaltiche, y al este Arandas y Jesús María, sobresaliendo por su importancia económica, política y social: Tepatitlán, Lagos, Arandas y Jalostotitlán.

Esta región es poblada a partir de 1530 aproximadamente, agregándose las familias a la zona, desde esta fecha y hasta las primeras décadas del siglo XVII. La fundación de Los Altos obedeció a móviles eminentemente políticos y económicos, ya que su insuperable posición geográfica cumplía para los intereses españoles dos funciones primordiales. En primer orden, proteger los embarques mineros en camino a la capital de la colonia (provenientes de la riquísima zona de Zacatecas y ciudades aledañas). Y en segundo término, producir los alimentos que requería la vecina región minera, de allí que la tierra de Los Altos se convirtiera -de manera definitiva— en productora agrícola y ganadera; actividades que han logrado perdurar con el paso de los siglos.

A diferencia de otros territorios de México, los lugareños de Los Altos de Jalisco, presentaron a las fuerzas españolas una oposición inusual, mostrando su fiereza en la llamada “Batalla del Mixtón” (1541), en la que no solamente fueron derrotados los indígenas, sino prácticamente extinguidos,[5] ayudando a los colonos en esta tarea, una serie de enfermedades que acabaron con los pocos que habían quedado con vida.

Como consecuencia de la.aniquilación de las tribus locales, numerosas familias españolas ocupan la zona para no salir jamás de allí (en su mayoría judeo-conversas).

Entre los primeros asentamientos que ocurren, tenemos las villas que luego serían las ciudades de Átotonilco el Alto (15 de junio de 1530) y Teocaltiche (en el norte), lugar al que llega el conquistador Cristóbal de Oñate en el año ya mencionado; acompañándole en su empresa 50 infantes algún millar de indios que le auxiliaron.

Muy pronto se repartieron las mercedes por conducto de la Audiencia de Guadalajara, encontrando entre los primeros fundadores al capitán Alonso de Castilla y al alférez real, Hernán Flores de la Torre, de cuya sangre todavía corre linaje en la zona.

Teocaltiche se convierte tempranamente en la primera alcaldía mayor de Los Altos, nombrándose como su titular al sevillano Hernando Martel, quien en el año de 1563 fundara Santa María de los Lagos. En cuanto alas familias que inician las genealogías de Teocaltiche, encontramos al capitán Álvaro Carrillo, al doctor Santiago Vera, los Flores de la Torre, los Gómez de Portugal, los García de Airona, los Flores Rubín, los Gutiérrez Rubio, llegando de Guadalajara a finales del siglo XVI y principios del XVII, los Martín del Campo, los Tello de Orozco, los Salado, los Alvarez, y otras familias con las cuales se hicieron centenarias mezclas endogámicas, participando en ello los Issasi, Cuevas, Tostado, López de Nava, Gonzáles de Rubalcaba, los Gutiérrez de Mendoza, Hermosillo, González Rubio, Romo de Vivar, Jiménez de Castro[6] algunos otras más, que con el paso del tiempo se enraizaron en toda la comunidad alteña.

Se ha escrito que las familias llegadas a la Nueva España durante el siglo XVI, provenían del centro y sur de España (las Castillas, Extremadura y Andalucía),[7] pero sobre todo de la zona de Sevilla, cuna por excelencia del judeoespañol. Al respecto se afirma con insistencia, que durante los siglos XV y XVI, no había sevillano que no tuviera alguno de sus padres o de sus abuelos (o quizá todos) de origen judío.

Abundando sobre los sevillanos, Jonathan I. Israel, manifiesta que “…casi la mitad de los inmigrantes llegados a México en las décadas medias del siglo XVI eran andaluces, princi-palmente de la zona de Sevilla.”[8] Situación que confirma la herencia hebraica de cientos de miles de mexicanos ¿o serán millones?.

Por ejemplo, en el caso de Tepatitlán, considerada la ciudad más representativa de Los Altos, se encuentran entre las familias fundadoras nueve de ellas con origen sevillano. A saber: Barba, García, Gómez, Gutiérrez, Hernández, López, Peña, Torres y Vargas,[9] aunque en aras de ampliar el panorama y por tratarse de la ciudad donde el autor tiene sus raíces (paternas y maternas); procuraremos mencionar más adelante en forma detallada, el resto de las familias fundadoras y su ciudad de origen.

No obstante, resulta imprescindible para el tema establecer razones definidas por las cuales los alteños perdieron su judaísmo. Inicialmente tenemos que reconocer el factor distancia, debido a que en los primeros asentamientos las familias quedaron dispersadas en pequeños núcleos (durante el siglo XVI), ignorándose realmente su vida religiosa en el seno familiar (no existen datos al respecto), ya que en público su catolicismo era manifiesto. Lo anterior es muy entendible por el judío actual que haya nacido en un matrimonio mixto -judío(a) con católica(o)–, ya que usualmente ninguno de los padres presiona el aspecto religioso, aparentando los hijos en la calle una imagen “católica”, pero sintiéndose internamente judíos, sobre todo en los países iberoamericanos donde la presión de una sociedad mayoritariamente católica discrimina (aun inconscientemente) a quienes no son de su credo.[10]

Lo que sí nadie puede negar o poner en tela de juicio, es el origen judío de los alteños. Obligadas razones documentales, orales y costumbristas, afirman su linaje, encontrando en la transmisión oral de generación en generación, un legado que sostiene ante tanto acoso antijudío el sano orgullo de su herencia sefardita. ¡Quizá no entendido por la mayoría, pero dictado por la sangre que corre por nuestras venas!

Sobre este asunto (del origen de los alteños), historiadores oficiales como Jorge Alonso, señalan: “…Los primeros pobladores eran [11] sefarditas.”

Otros más tímidos al respecto, procuran diluir su origen compartiéndolo con sangre fran-cesa, debido a que en el siglo XIX, México sostuvo una inútil guerra con Francia ¿hay de otras? Por lo que al tema ocupa, hemos de señalar que tropas francesas al mando del General Bazayne, entraron a Tepatitlán el 1º de enero de 1864, sin embargo, no llegan a ocupar definitivamente la plaza, sino hasta julio del mismo año, representando primero a la oficialidad francesa un milite de apellido Caymet, para posteriormente relevarle en el cargo otro de apellido Munier, pertenecientes ambos a la famosa “Legión Extranjera”.

Tal parece que la efímera estancia de los franceses en la zona, no debe considerarse siquiera como un troncal de linaje, debido a que los historiadores lugareños[12] afirman que los europeos sólo duraron un año en la región. Además, según testimonio de los propios ciudadanos de la época, los franceses satisfacían sus pasiones con prostitutas.

Sobre esto existe el dicho de un indignado arrendador, quien no quería rentar su casa a los franceses “…porque continuamente hacían bailes en ella, que no eran mas que rochelas con mujeres de la vida galante.”

Otro testigo de gran valía, contemporáneo del anteriormente citado, el señor Valente Lozano Medina (hombre longevo y de buena memoria), declararía años después cosas muy interesantes sobre los franceses:

“…La gente les tenía desconfianza. Yo no creo W que hayan durado el año ya que se fueron yendo poco a poco, que porque no les caía la comida. Unos eran muy presumidos y otros sí se entendían con la gente y la respetaban mucho. Dejaron regados por ahí algunos muchachitos; pero no muchos.”[13]

En una palabra, cuando los franceses llegaron a la zona, el origen y linaje de los alteños ya estaba definido y bien cimentado. El haber algunos nacimientos (producto de relaciones de alteñas con franceses), no puede significar en absoluto el génesis de una raza especial, de la cual un día alguien escribiera “…un lunar blanco en el cuerpo moreno de México.”[14]

De allí pues que resulten un tanto sin fuerza las palabras de un verdadero estudioso (alteño de origen), José Antonio Gutiérrez Gutiérrez, quien procurando justificar el orgullo de raza, diluye sin querer la razón de nuestro origen, escribiendo al efecto:”…Este hispanismo, racismo o nobleza, como se le quiera llamar, lleva al alteño a no renegar de su origen español; cuando mucho acepta a veces la duda de si correrá por su sangre alguna vertiente judía o francesa.”[15] Tal vez el desconocimiento de la cultura judía impida a autores tan valiosos distinguir su herencia hebrea. Por ejemplo, siendo la endo-gamia milenaria práctica de las comunidades judías,[16] el escritor de referencia cita un viejo estribillo alteño para justificar la “pureza de sangre”, pasando por alto que la endogamia se ha practicado entre el pueblo judío desde su nacimiento mismo, sobre todo en los lugares donde la comunidad era pequeña y se corría el peligro de la mezcla con los goim, situación que además les llevaría a violar diversos preceptos escritúrales (contemplados en la Tora y el resto del Toná).[17]

“Vamos para Los Altos
donde son buenos cristianos,
y por no perder la sangre
se casan primos hermanos.”

No podemos seguir adelante, si antes no dejamos en claro y finiquitamos el asunto de los franceses. Definitivamente tenemos que reconocer que tal teoría es ridícula y sin fundamento. No por aversión a los franceses, sino por carencia de apoyo histórico, además de que para esta época el antisemitismo francés[18] resultaba ser todo un escándalo, eruptando su volcán de odio en el famosísimo caso de Alfred Dreyfus, capitán del ejército a quien se degradara públicamente en la Ecole Militaire de París, una fría mañana del 5 de enero de 1895 (treinta años después de la intervención francesa en Los Altos de Jalisco). Dreyfus era el único judío del Estado Mayor del ejército de Francia, sirviendo-para su desgracia-de chivo expiatorio a la corriente político-militar antisemita, desembocando en su persona todos los odios antijudíos de su país, para lo cual le inventaron el falso cargo de traición.[19] La realidad es que su inocencia posteriormente fue probada y se le restauró al ejército con el nombramiento de general, sin embargo, tuvo que pasar mucho tiempo para que esto sucediera (1906) y el odio al judío había sido mundialmente exhibido, para vergüenza, nada menos que de la “tolerante y culta” Francia, tocando en suerte a Dreyfus, ser el costal que recibiera los golpes a nombre del judío.

Es de suponer entonces -con justificada razón-, que la alta oficialidad francesa se encon-traba fuertemente prejuiciada contra los judíos. Y si al judío europeo le odiaban muchos de ellos, ¿qué podían esperar estos hijos de “marranos”?

Autores tan sólidos y reconocidos como Poliakov, sostienen que Francia aborreció a su vecina España y le llegó a considerar como su enemigo número uno,[20] encontrando como punto central de su fobia antiespañola, la mezcla del español con el judío. Diversos panfletos que circulaban en Francia en los siglos XVI y XVII, contenían frases tan hirientes como estas:

“…ganapanes de Castilla, católicos bastardos, medio judíos y medio moros recién salidos de la sinagoga y del Alcorán.”[21]

“…el marranismo se está poniendo tan de moda que al que le guste el tocino le aconsejo que se aprovisione lo más rápido que pueda, pues cualquiera de estos días nos lo prohibirán.”[22]

Haciendo un descanso en la cuestión francesa y aprovechando el sarcasmo de Periers (con relación al consumo de tocino por los conversos), resulta interesante mencionar que en España y en México (durante los siglos XVI y XVII), los hijos de los conversos tomaron como costumbre el freír tocino o carne de puerco a la puerta de la casa. Todo aquello, con el fin de que los vecinos comprobasen que su catolicismo era real, y que ya habían abandonado las viejas reglas Kosher.

Esta evidencia (no solicitada) de su conversión, con el tiempo se transforma en auténtico gusto gastronómico, encontrando en el caso típico de Tepatitlán (en Los Altos de Jalisco) una muestra inobjetable de ello, siendo su platillo predilecto —desde hace muchas generaciones-las famosas “carnitas”.[23] Entiéndase entonces el porqué, antisemitas como Periers les acusaran de “marranos” a todos los españoles; debido inicial-mente a las prácticas culinarias de los conversos, cuyo temor a la Inquisición les llevó a comer alimentos que bíblica y culturalmente son considerados inmundos[24] por el pueblo de Israel.

En cuanto a Francia y queriendo terminar con el asunto, encontramos que en 1680, el Dictionnaire Francais, ™[25] definía con desprecio al español, asociándole paradójicamente con el converso:

“MARRANO: término injurioso con el que llamamos a los españoles.”

¡Qué golpe a la soberbia de aquellos españoles orgullosos de su “pureza de sangre”! ¡En fin! Como ha podido observar el lector, tener un “linaje judío en un mundo prejuiciado e intolerante no era cosa fácil. Si la “culta” Europa era tierra de odios racistas (prolongados hasta nuestros días) ¿qué se podía esperar en una tierra de conquista, donde el poder “divino” representado por un clero fanático,[26] era capaz de quemar en la hoguera a cualquier persona por el simple hecho de que algún tercero le acusara de judaizante?

Por otra parte, ¿quién podía tener interés en borrar el pasado judío de los alteños (y de sus hermanos de Monterrey y Nuevo México)? ¡El clero!

La historia nos ha enseñado, vez tras vez, que el judío es muy difícil de asimilar. Gene-ralmente con el tiempo se vuelve a sus raíces, encontrando en la comunidad conversa de Amsterdam el ejemplo mas típico (siglo XVII). Una centuria de catolicismo intimidatorio no bastó para borrar sus raíces, si acaso para embellecerlas —en algunos- con la aceptación mesiánica de Yeshua (Jesús), como sucedió en el caso del célebre Baruch Spinoza, de quien ya nos hemos referido en capítulos anteriores; de allí pues que el clero jugara un papel muy importante (y definitivo) en todo este asunto de la asimilación. Entre más pronto se olvidaran (e ignoraran) sus orígenes, más rápido ocurriría su asimilación. Y si la intervención francesa se prestaba para sepultar el judaísmo de los alteños para siempre ¿qué mejor oportunidad?

La cuestión está que en el seno familiar la vaga transmisión de la herencia judía siguió atentando —hasta casi extinguirse— la flama de un amor por un pueblo y un pasado al que nos unen fuertes raíces. ¿Una religión nacida en y por el judaísmo, mal entendida en su esencia y doctrinas, cortaría para siempre nuestra esencia hebraica? En lo personal este autor no lo cree así, ya que una persona que se preocupa por conocer sus orígenes, tomándose el tiempo y la provisión para estudiar la cultura de sus ancestros; en este caso la judía. Lejos de olvidar el asunto, lo más probable es que se quede con lo mejor de ambas culturas: su herencia judía y conservando la fe en el Mesías de Israel (Yeshua Ha Mashiach), situación muy difícil de entender por quienes no se encuentran en esta posición.

Y ya que estamos tratando los asuntos religiosos, la comunidad conversa de Los Altos no abandonó jamás sus festividades religiosas ordenadas en la Tora (llamándolas por su nombre en español), enriqueciendo nuestra perspectiva las palabras de Espín y De Leonardo:

“A lo largo de la temporada de trabajo en el campo había y sigue habiendo una serie de fiestas religiosas para asegurar la cosecha, como«La velada de las espigas», que se organizaba para pedir el agua, o la fiesta de la caña o «primeros frutos», en acción de gracias por la cosecha. Esta fiesta la organizaba el párroco y el patrón y era la ocasión para cobrar los diezmos.”[27]

Cualquier persona conocedora de la cultura hebrea, se podrá dar cuenta que la narración anterior representa un cuadro -por demás descriptivo- de una comunidad judía medieval, donde únicamente cambia el párroco por el rabino. Es increíble que ni los mismos autores que escribieron esto pudieran darse cuenta que estaban refiriéndose a las fiestas judías de Shavuoth (Vayicrá-Levítico 23:10) y Sucoth (Vayicrá 23:33-36).

Abundando sobre la tremenda influencia de la religión católica en los alteños, Gutiérrez señala:”…La fuerza que definitivamente le diera cohesión, esta fue la religión.”[28] Más adelante y sobre el mismo asunto, menciona a otro autor que sostiene el mismo punto de vista:”…Un alteño sin religión, sin su fondo religioso en todos los actos de su vida, no puede concebirse.”[29]

Tal parece que dichos escritores estuvieran refiriéndose al judío común. Su fuerza narrativa nos lleva involuntariamente a comparar a ambos personajes: al judío y al alteño, fundiéndose en realidad ambas imágenes en un converso asimilado por cuatro siglos de vigilancia e intolerancia religiosa.

La religión del alteño parece genética; las políticas regionales y las demás sociedades locales que conforman el mosaico nacional, no parecen interesarle mucho a nuestro personaje. Pero eso sí, ¡su religión no se la toquen! Durante los años 1926-1929, los alteños dieron muestra al resto del país, de los extremos a los que puede llegar su religiosidad, sosteniendo una lucha armada contra el mismísimo gobierno federal en aras de “defender” su religión, corriendo más sangre en la zona que ni en la revolución social de 1910.

Además de todo lo anterior, patriarcados centenarios en Los Altos nos hacen recordar el génesis del pueblo hebreo. Cuando los estudiosos venidos de fuera llegan a la región, una de las cosas que más les impresiona, es su sólida estructura familiar: “…La mayoría de las personas que forman un rancho eran familiares. El encargado del rancho siempre era el más viejo de la parentela y jefe natural de ésta. La estructura de parentesco tenía la forma de un linaje.”[30] ¡Qué manera más detallada de describir la familia judía sin pronunciar su nombre!

El grupo en un sentido amplio (comprendiendo a los 25 municipios), cerró filas también -por 400 años- a la mezcla de matrimonios con extraños. Los (Las) alteños (as) tenían que casarse con otra persona del grupo; esto era la regla, razón que escudriñada en sus orígenes procuraba —sin duda— una doble protección. La primera debía obedecer a razones puramente étnicas (para no perder sus raíces hebreas, situación que generaciones después celaban, pero sin entender los motivos). Y la segunda, que vigilaba por su seguridad física (el temor ala Inquisición), ya que un extraño, además de ser ajeno al grupo, podía en algún momento delatar al resto de la familia y -porqué no- a otros más. De allí pues que sea entendible el rechazo a la mezcla con extraños y la endogamia generalizada.

Tampoco podemos perder de vista otros aspectos si deseamos tener una visión más clara de los judeo-conversos en México. Para ello, tenemos que recordar el escándalo de los juicios a los que se sometió a gran parte de la comunidad de Monterrey y la terrible suerte que sufrieron; situación que debió de amedrentar y reprimir las creencias de los demás cripto-judíos. No sólo de los alteños, sino de todas las comunidades de la Nueva España, aun donde el grupo era pequeño y podía pasar aparentemente inadvertido.

Si evocamos también el famoso juicio contra el acaudalado judío sevillano, Gonzalo Gómez (1537), podremos recordar el temor que causó su proceso en las familias de la zona (Michoacán[31] ). La mayoría de ellas huyeron a otras ciudades de conversos, entre ellas a las de Los Altos; región en la que se refugian ante el temor de caer bajo las garras de la Inquisición.

La verdad es que sus temores no eran infundados, ya que años después de haber fallecido Gómez, sus hijos, Salvador, Juan y Antonio Gómez; son chantajeados (noviembre de 1571) por un funcionario inquisitorial que procuraba venderles los documentos del proceso de su padre en una fuerte suma de dinero y la condonación de un adeudo todavía mayor, acciones que pueden mostrar al lector la difícil situación en la que tenían que vivir los conversos durante la época colonial.

Continuando con el asunto de los alteños, debemos agregar algunos puntos para enriquecer nuestra perspectiva, por ejemplo: ¡su laboriosidad! Mundialmente es reconocido el trabajo y esfuerzo del pueblo judío, y su retorno a Eretz Israel (1948) lo demuestra. La reconversión del desierto en tierras productivas y bosques madereros, nos hablan de su dedicación; pues de igual manera los conversos en México demostraron su entrega al trabajo, logrando hacer de algunas de las tierras más pobres del país, un emporio industrial y otro agrícola-ganadero (Monterrey y Los Altos de Jalisco).

Aparte de todo lo mencionado, rasgos muy notables del alteño le diferencian de cualquier otro grupo social del país: ¡el valor de su palabra!

“Además del orgullo de la sangre, está el del trabajo mismo, y de manera muy especial el de la palabra empeñada. Hay una tradición de honor en la que los tratos valen por la palabra dicha, más allá de formalizaciones de tipo legal.”[32]

No obstante de que ya hemos mencionado la endogamia entre la comunidad alteña, su importancia al tema nos empuja a recoger más opiniones que no vienen, sino a corroborar lo que hemos venido afirmando:

“La endogamia es una constante histórica que resalta en forma especial en la formación de Los Altos.”[33]

“Constantemente rechazó una mezcla legal con los nativos y se refugió en la endogamia como solución ancestral.”[34]

“Esta combinación de apellidos habla de una larga historia de casamientos endogámicos.”[35]

“Hasta la fecha se conserva el mismo patrón de matrimonios entre parientes de segundo y tercer grado (matrimonios entre hijos de primos (primos en segundo grado) y entre tío/a y sobrino/a).”[36]

Por lo que a la ciudad de Tepatitlán se refiere, su fundación es posterior a la de otros centros alteños, nutriéndose por supuesto de familias provenientes de la misma zona, sobre odo de Jalostotitlán, San Juan de los Lagos, La Barca, Ayo el Chico y Teocaltiche; así como de Lagos salieron los fundadores de Encarnación de Díaz, Unión de San Antonio, San Diego de Ale-j andría y San Julián.

No obstante de su fundación un poco tardía, muy pronto Tepatitlán se convierte “en punto estratégico” de Los Altos, como apunta Gutiérrez.[37] Las familias fundadoras a saber son las siguientes: Alvarez (Extremadura), Castañeda (Toranzo, Extremadura), Alcalá (Peralta, Navarra), Alvarado (Badajoz), Barba (Sevilla), Cornejo (Salamanca), lmacén (Córdoba), Delgadillo (Montañez), Díaz (Medellín, Extremadura), Estrada (Mérida), Fernández (Mérida), García (extremeño, castellano o sevillano), Gómez (Sevilla, Valladolid), González (Extremadura, Castilla), Gutiérrez (Sevilla), Hernández (Sevilla, Badajoz), Jiménez (Aragón), López (Toledo, Medellín, Sevilla), Martín (Andalucía y Extremadura), Márquez (Villa de Paradinas) Medina (Medellín), Muñoz (Burgos, Andalucía), Orozco (Andalucía) Peña (Sevilla), Plascencia (Andalucía), Ramírez (Mérida), Romero (Castilla), Saldívar (Vizcaya), Sánchez (Andalucía), Torres (Sevilla), Vargas (Sevilla), Villalobos ( lmacén), Villaseñor (Vélez).

La población en Tepatitlán no sólo conserva las costumbres de la comunidad alteña, sino que llega incluso a ser modelo regional. Por lo demás, encontramos al paso de los siglos rasgos de su origen, sobre todo de las ciudades de donde provenían sus antepasados; por ejemplo, existe un barrio llamado “Españita”, así como las calles “Toledo” y “Sevilla”, signos que en conjunto con todo lo que hemos mencionado, nos muestran su añeja herencia racial y cultural.

Por lo que a Arandas corresponde y en honor a su importancia dentro de la zona alteña, sólo nos resta mencionar el origen de algunas de sus familias fundadoras: Cano, Guzmány Ascencio de León (llegaron de Tangancícuaro, estado de Michoacán), Herrera, Tejeda y Alvarez del Castillo (La Piedad, Michoacán), Camarena (Jalostotitlán) y los Tello Orozco, descendientes directos del que fuera gobernador de Nueva Galicia, el doctor Jerónimo de Orozco.

En fin, el caso de los conversos de Los Altos de Jalisco es muy semejante al de Nuevo México. Los estudiosos del tema apenas están descubriendo la punta del iceberg, o como mencionara el doctor Hordes de la Universidad de aquel estado norteamericano: “…Apenas hemos comenzado a arañar la superficie.”[38]

[1] Tefilim: Pequeñas cajitas de cuero que conteniendo un texto bíblico en su interior, son atadas a la cabeza y al brazo izquierdo durante la oración.

[2] Palabras del Rabino Levi Itzjac de Berdichev, citadas por WOLDENBERG, JOSÉ, en su exquisita novela Las ausencias presentes, pág. 29.

[3] Jalisco (México).

[4] Ver mapa comparativo.

[5] La extinción de los naturales del lugar, propició a los conversos la oportunidad para no tener que mezclarse. Situación que de cualquier manera no se hubiera dado y a lo mejor les hubiese traído problemas con la Inquisición.

[6] GUTIÉRREZ GUTIÉRREZ, JOSÉ ANTONIO: Los Altos de Jalisco, pág. 165.

[7] GUTIÉRREZ GUTIÉRREZ, JOSÉ ANTONIO: Los Altos de Jalisco, pág. 146.

[8] ISRAEL L, JONATHAN: Obra citada, pág. 117.

[9] González martín, josé de jesús, doctor: Semblanzas Históricos,pág. 67.

[10] Es increíble la intolerancia religiosa que se vive todavía en algunas zonas de España y América Latina.

[11] ALONSO, JORGE: Estudios Jaliscienses, tomo III; Cultura Aliena, pág.42. Publicación patrocinada por el Gobierno del Estado de Jalisco, la Universidad de Guadalajara y el Instituto Nacional de Antropología e Historia.

[12] GONZÁLEZ MARTÍN, JOSÉ DE JESÚS, DOCTOR: Obra citada, pág. 57.

[13] Obra citada, pag. 57.

[14] GUTIÉRREZ GUTIÉRREZ, JOSÉ ANTONIO: Obra citada, pag. 187. Referencia que hace de las palabras del autor JIMÉNEZ MORENO, WIGBERTO.

[15] Gutiérrez Gutiérrez, José Antonio: Obra citada, pag. 187

[16] La costumbre se inicia con los patriarcas. Abraham se unió en matrimonio con su pariente Sara; Isaac con Rebeca y Jacob con Lea y Raquel.

[17] Para que el lector entienda mejor todo esto, se le sugiere leer los siguientes textos biblicos: Deuteronomio7:4,5; Josué 23:12,13; Nehemías 13:23-26; Éxodo 34:15,16; Esdras 9:12.

[18] Y no solamente en Francia, sino en una buena parte de los países europeos.

[19] Se le acusaba de haber entregado (supuestamente) secretos a los alemanes.

[20] POLIAKOV, LEÓN: Obra citada, pág. 231.

[21] El Antiespañol, referido per POUAKOV, LEÓN: Obm citada, pág. 231.

[22] Sarcasmo escrito por DePeriers, Buenaventura, referido por POUAKOV, LEÓN: Obra citada, pág. 231. Declaración al New York Times (11 de diciembre de 1990) ya mencionada en el capítulo 11.

[23] Carnitas: Carne de puerco freída en manteca.

[24] Vayierá-Levítico.cap. ll; Devarim-Deuteronomio,cap. 14:3-21.

[25] Autor Richelet, Pierre, referido por Poliakov, León, pág. 232.

[26] Sobre todo los sanguinarios inquisidores.

[27] Espín, Jaime y De Leonardo, Patricia: Obra citada, póg. 72.

[28] GUTIÉRREZ GUTIÉRREZ, JOSÉ ANTONIO: Obra diada, pág. 185.

[29] GUTIÉRREZ GUTIÉRREZ, JOSÉ ANTONIO: Obra citada, pág. 185. Referencia al escritor RODRÍGUEZ LOMELI, PEDRO: En un pueblo alteño.

[30] Espín, JAIME y DE LEONARDO, PATRICIA: Obra citada, pág. 73.

[31] Michoacán, estado de México, vecino del ya mencionado de Jalisco (conocido durante la época colonial como Nueva Galicia).

[32] ALONSO, JORGE: Obra citada, pág. 44.

[33] GUTIÉRREZ GUTIÉRREZ, JOSÉ ANTONIO: Obra citada, pág. 185.

[34] GUTIÉRREZ GUTIÉRREZ, JOSÉ ANTONIO: Obra citada, pág. 185.

[35] Espín JAIME DE LEONARDO, PATRICIA: Obra citada, pág.59.

[36] Jaime y De Leonardo, Patricia: Obra citada, pág. 76.

[37] Gutiérrez Gutiérrez, José Antonio- Obra citada, pág. 160.

[38] Declaración al New York Times (11 de diciembre de 1990) ya mencionada en el capítulo 11.

Compilación: Jorge Alejandro DelaVega L.

Fuente: Diario Judío - Julio 19, 2011.


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