Polanco CDMX


La Colonia Polanco en la Ciudad de México, tomó su nombre del río Polanco que cruzaba por lo que hoy es la avenida Campos Elíseos. El río Polanco recibió su nombre en memoria del jesuita español Juan Alfonso de Polanco que fue secretario de Ignacio de Loyola cuyos descendientes fueron miembros del consejo de los Reyes de España en el siglo XVIII y llegaron a Mexico como funcionarios de la Corona Española. Polanco es sede de museos, galerías, embajadas, restaurantes y tiendas de lujo en la avenida Presidente Masaryk. Se caracteriza por su diversidad cultural porque ha sido históricamente preferida por descendientes de españoles, judíos y libaneses. En la nomenclatura de sus calles aparecen nombres de humanistas, escritores y filósofos como Horacio, Homero, Molière. Polanco recibió a familias de la clase media alta más antigua que buscaba salir del centro de la ciudad y de la colonia Roma. Polanco desde sus inicios alojó a comunidades judías, españolas, alemanas y libanesas que mantienen fuerte presencia.

Los precursores de Polanco fueron las familias de militares, pues el ex presidente Lázaro Cárdenas ordenó la construcción de la Residencia Oficial de Los Pinos, cercana a la Secretaría de la Defensa y al Hospital Militar, aledaña a la zona. Después empezaron a llegar los libaneses, un grupo de alto poder adquisitivo y con muy buena trayectoria socioeconómica, comentó la cronista de la colonia. En esta comunidad eran muy reconocidas familias como los Ayub, Slim y Domit, que se instalaron en imponentes residencias.

Más tarde arribó la comunidad israelita, atraída por la idea de ir a pie a las sinagogas en el Shabat. En la calle Emilio Castelar, donde hoy está la Universidad Hispano Mexicana, vivió la familia Kessel, quien organizó las primeras reuniones de los judíos askenazi.

También se instalaron familias mexicanas, sobre todo del norte de la República, imperaban los acaudalados industriales, ganaderos, agricultores y mineros.

La población de Polanco se caracterizaba por ser unida. La mayoría se conocía por sus apodos (La Nena Zertuche, La Titi del Castillo).

“Éramos como una familia, no un número como en el Seguro Social… Aquí no se decía la que vive en el 90 o en el segundo piso”, dijo Gloria Villalobos, habitante de la zona desde 1950.

En su libro Las reinas de Polanco, Guadalupe Loaeza habla de las mujeres peinadas de salón que estacionaban sus elegantes autos en doble fila para comprar cerezas y moras importadas de Estados Unidos, todo un lujo en esa época.

Pocas residencias como la de Gloria Villalobos permanecen intactas. Al menos en Tennyson es la única que se mantiene como casa habitación y guarda el recuerdo del esplendor del antiguo Polanco. Las demás se convirtieron en edificios modernos y otras sólo conservaron la fachada.

La construcción cumple con todos los cánones que marca la arquitectura californiana. Por dentro imponen los muros de más de 25 centímetros de espesor, techos de doble altura para que las pinturas luzcan, enormes candiles españoles, una chimenea con relieves y fina herrería.

Muebles y puertas de caoba labrada de una sola pieza por fuera y por dentro, paredes con finos acabados, chapetones y labrados hechos a mano, lo opuesto a lo que actualmente está en boga.

“Esto es lo que le da fuerza a la arquitectura colonial californiana, tan reconocida en el mundo. Muchos la criticaron porque decían que era demasiado recargada y caía en lo cursi, por ejemplo, Diego Rivera dijo que esto era, en lugar de churrigueresco, charrigaresco”, comentó Gloria Villalobos de Castillo Mena, dueña de la residencia y cronista de la colonia.

Para darle mayor vida a las ventanas se colocaron balcones hacia el interior de la casa, acompañados por chapetones de yeso pintados tan artísticamente que parecen de madera.

Los arcos con pilares dan la impresión de estar en un templo griego. Un espejo simula una pared, enmarcada con un trabajo en yeso hecho a finales de los cuarenta.

“Yo lo sigo admirando a pesar de que ya no se use. Las famosas columnas con sus copetes corintios, los muebles que se usaban en ese entonces tenían las iniciales de las familias, son de una sola pieza.

“Ahora los encuentras en las casas de antigüedades que hacen remates y que los compran porque la gente nueva se deshace de lo que fue el arte de ese entonces.

“El piso ya no lo hay, tiene piezas de talavera. En ese entonces, todas las casas tenían en el patio de entrada una banca y una fuente con azulejos de talavera, eran diseños únicos y al gusto del dueño. Si eres una persona muy elegante ahora metes mármol, madera laminada, caoba o alfombra”, terminó la historiadora.

La casa que habita tiene más de sesenta años, la pintura es original, no se ha retocado, no hay quien se atreva a hacer este trabajo en la actualidad. Su dueña dice que mantenerla no es fácil, pues requiere dedicación y mucho dinero.

“Los trabajadores dejaban su vida en estas casas, se necesita amar esto para conservarlo. Fue una época llena de esplendor, con mucho dinero, porque quien invertía en estas casas era porque tenía dinero para hacer estos muros y muebles señoriales”, agregó.

Convierten vialidades en estacionamientos

Entre las quejas más frecuentes de los vecinos de Polanco, además de la violación de usos de suelo, se encuentra la falta de estacionamientos y parquímetros.

A las hora pico el flujo de automóviles aumenta de forma considerable.

Las vialidades se saturan desde las 7:30 horas y a las 18:00 se convierte en zona sitiada.

Salir de la colonia por Julio Verne, Presidente Masaryk o por Horacio da lo mismo, pues el caos se generaliza por quienes trabajan en los grandes corporativos que coparon la zona.

“La peor problemática es el uso de suelo, porque eso genera todos los demás conflictos, saturación vehicular, el tránsito imposible en la colonia, la falta de estacionamientos. Habían quedado de colocar parquímetros y todavía los estamos esperando. Los estacionamientos no los autorizan.

“De ser una colonia tranquila, ahora está saturada, Polanco se volvió colonia de paso. Ahorita están haciendo muchos departamentos junto a Cervantes Saavedra y eso nos va a causar más caos”, opinó Eduardo Farah, residente de la zona.

Roberto Fernández, presidente de la asociación Vivo Polanco, comentó que uno de los problemas más serios es que se han convertido en el estacionamiento de las colonias Juárez y Cuauhtémoc, pues esta área carece de parquímetros.

“Somos el estacionamiento de otras colonias y delegaciones. Ahora con la persona que quedó en seguridad (SSP-DF) tendremos que hacer una cita para ver qué va a pasar con los parquímetros. Nos habían propuesto un sistema muy novedoso que era vía teléfono, que uno pagaría con tarjeta el tiempo que estuviera estacionado.”

La delegación Miguel Hidalgo realizó hace más de un año una consulta vecinal sobre los parquímetros. Los habitantes de la zona aprobaron la propuesta, pero 70 por ciento pidió que una parte de los recursos generados fueran administrados por la delegación.

“Nosotros hemos manifestado nuestro interés por los parquímetros en Polanco, siempre y cuando parte de los recursos que se generen por la operación de éstos pueda quedarse para el mantenimiento preventivo y correctivo de la colonia, sin embargo, los planteamientos que mandó Joel Ortega eran para que los recursos fueran a dar al Gobierno del DF”, aclaró la delegada Gabriela Cuevas.

Sobre el problema de los estacionamientos, la delegada reconoce que es uno de conflictos a resolver. Aclara que no se trata de que haya o no zonas comerciales, sino cómo se desarrollaron éstas, sin cajones de estacionamiento y muchas al margen de la ley.

“El desarrollo no es malo cuando está bien planeado y genera plusvalía a los habitantes, en lugar de detrimento en su calidad de vida. Yo creo que Polanco no está ni cerca de convertirse en la Zona Rosa, pero sí tenemos que hacer un esfuerzo para mantener los niveles de vida.

“Las calles se han convertido en espacios que parecen completos estacionamientos por el tránsito. Existe un permiso para concluir el estacionamiento subterráneo debajo de Julio Verne, va un poco atrasado el proyecto, esperemos que pronto se tengan los permisos del gobierno capitalino para poder iniciar la construcción que ayudaría mucho a la zona comercial de Polanco”, comentó la jefa delegacional.

Una sacudida al estilo de vida

Después del terremoto de 1985 nada fue igual para Polanco. Si bien la catástrofe natural no los dañó, sí hubo consecuencias.

Habitantes de las colonias Roma, Juárez, Condesa, Hipódromo-Condesa y del Centro buscaron un refugio seguro.

“Esta zona no sufrió devastación, pero de repente llegó un cambio brusco: se empezaron a mudar las trasnacionales.

“Se pusieron a tocar de casa en casa: ‘oiga señor, ¿quiere vender su casa?’ No se hablaba en pesos, sino en dólares. México se olvidó de su moneda para tratar la comercialización de las casas de Polanco; la gente se empezó a ir y las casas se volvieron oficinas”, comentó la cronista Gloria Villalobos.

Bastaron unos años para levantar edificios y que las residencias se convirtieran en oficinas, restaurantes y tiendas de lujo.

De ser un área habitacional residencial, Polanco se volvió comercial y empresarial, por lo que muchos de los primeros habitantes, incluidas las llamadas “damas de Polanco”, se mudaron a Tecamachalco, Lomas Altas y Bosques de las Lomas para recuperar la tranquilidad y el estilo de vida que habían dejado al querer ser parte de un nuevo sueño de ricos llamado Polanco.

Décadas después, los hijos regresaron buscando algo diferente, no el entorno que conocieron sus padres. Mientras los precursores llegaron a vivir a majestuosas casas, los jóvenes de principios del siglo XXI se instalaron en modernos lofts dejando atrás los excesos en la decoración y la arquitectura colonial californiana.

También dejaron de llamarse por sus apodos y se convirtieron en desconocidos. La gran familia de Polanco y la hermandad que construyeron los primeros habitantes se derrumbó.

Las casas que estaban sobre Masaryk empezaron a venderse para darle cabida a los nuevos consorcios. Ahí nace la que es conocida como la Quinta Avenida de Polanco: Presidente Masaryk. No hay compañía trasnacional de moda, joyería, ropa, arte o cosméticos que no tenga una filial en esta zona de la ciudad.

“Me llaman de España, Francia e Italia para que les hable exclusivamente de Presidente Masaryk porque es reconocida internacionalmente. Cuando alguien visita la Ciudad de México siempre le dicen: no dejes de ir a la colonia Polanco y pasea por Masaryk.

“No hay persona que viva en la ciudad que no quiera venir algún día a comer a alguno de sus restaurantes o de shopping. Que es muy caro, pues sí, pero la calidad está ahí”, afirmó la cronista.

La demanda de un lujo que llegó de California

Cuando se inició el trazo de la colonia Polanco no tenía las dimensiones actuales.

La primera sección comprendía de Molière a Arquímedes y de Masaryk a Paseo de la Reforma, pero fue tanto el éxito de la zona que antes de terminar de construir las primeras casas, nuevos compradores llegaban solicitando la propia.

Los terrenos se dividieron en predios de 435 metros cuadrados para armonizar un mismo estilo de construcción. La sociedad de la época volteó los ojos hacia el lugar porque estaba de moda y era más barato construir a comparación de las Lomas de Chapultepec (antes Lomas Heights), que en ese entonces era la colonia más exclusiva y lejana de la creciente ciudad.



“Había una similitud especial en la arquitectura de las casas. Fluía dinero, algunos mexicanos del área artística vivían en California, Estados Unidos, y cuando se mudaron a Polanco decidieron implantar la arquitectura colonial de aquellos lares.

“Casi todos los interesados en vivir en esta zona aceptamos ese estilo con mucha herrería, trabajo de cantera, madera labrada, con mucho azulejo y talavera en fuentes y bancas que daban a la parte delantera de la construcción. Ésa era la atracción del estilo arquitectónico que imperaba en la colonia”, mencionó Gloria Villalobos de Castillo Mena, escritora y cronista oficial de Polanco.

Muchas personas deseaban vivir en el nuevo fraccionamiento y, ante la demanda, Basurto y De la Lama no tuvieron más remedio que ampliar el proyecto hacia la avenida Arquímedes y Mariano Escobedo, entre Masaryk y Campos Elíseos, respetando las mismas dimensiones de los terrenos e intentando que ocurriera lo mismo con las construcciones.

Debido a la pasión por la literatura universal que se vivía en la época, los desarrolladores inmobiliarios decidieron que la nomenclatura de las calles de la colonia sería de escritores y filósofos.

El crecimiento continuó, pero la cuarta y quinta sección de esta colonia empezó a variar respecto al estilo original, ahí se construyó la iglesia de San Agustín, predio que donó el heredero de la parte central de la Hacienda de Los Morales. Le siguieron algunos colegios como el Instituto Patria, actualmente Plaza Molière, la primera escuela para niñas y el Liceo Franco-Mexicano.

Después siguió el parque Lincoln, con un lago, un acuario, dos estanques, una monumental pajarera y un teatro con concha acústica llamado Ángela Peralta, en honor a la soprano mexicana.

En boca de toda la ciudad

En la actualidad, desde los jueves por la noche es común que los jóvenes bajen de Santa Fe, de Bosques, de Las Lomas, o viajen desde San Ángel y el Pedregal a los antros y bares de Polanco.

“Dicen que está en la boca de todo el mundo, pero siempre hay un pro y un contra. Los antros y los permisos para que funcionaran hasta las tres o cuatro de la mañana fueron para darle vuelta a la tuerca de la colonia y asfixiar a los que vivimos casi desde sus inicios, porque ha dejado de ser una zona residencial tranquila”, comentó un habitante de la colonia.

Con su alta plusvalía, Polanco atrajo a numerosos restaurantes y boutiques, algo que en décadas pasadas no se había considerado, pues las familias de los años cincuenta acostumbraban ir al Centro Histórico a comer y comprar.

“Ahora lo que hay mucho y tiene éxito son las cocinas económicas o fast food. Tenemos a tantas personas que no pueden darse el lujo de entrar a un restaurante tan caro como los de aquí, que algunos han optado por vender tacos o tortas de lunes a viernes en algunos comercios o en sus autos”, señaló la historiadora y escritora Gloria Villalobos.

Al preguntarle a la gente que ha vivido por décadas en Polanco qué extraña de la colonia, la mayoría añora la tranquilidad de sus calles y la convivencia vecinal.

“Ahora sí somos un número como del Seguro Social, porque nadie sabe quién vive en tal lugar… Polanco ya es un mundo cosmopolita. Extraño que en ese entonces no había edificios altos, las casas eran de dos pisos, todas tenían un jardín, había convivencia, podías caminar a cualquier hora y no pasaba nada”, comentó Villalobos, quien vive en Polanco desde hace 50 años.


Autor:

Jorge Alejandro DelaVega.

Fuentes:

Kenya Ramírez, Excélsior, 28 de julio de 2008.

Gabriel Breña Valle: Hacienda de los Morales, XXX Aniversario, ed. Grupo Azabache, 1997.


Comentarios

Entradas más populares de este blog

Desigualdad

Ursalim

Jane Goodall