Consenso y Disenso
Los buenos gobernantes, son casi siempre buenos políticos, pero los buenos políticos, no siempre son buenos gobernantes.
Hay quienes no son buenos gobernantes ni buenos políticos, pero gobiernan y hacen política; presentan acciones y cifras contundentes que, en su propia contundencia, traen el germen de la duda. Un gobierno legítimo, elegido democráticamente, no es inmune a la revisión de sus acciones. Las elecciones otorgan legitimidad al gobierno; las formas de gobernar otorgan legitimidad también.
La divergencia de opiniones, el disenso, dinamizan la democracia; evitan el conformismo acrítico; propician los procesos reflexivos que surgen del intercambio de opiniones. Los partidos políticos requieren del disenso para dar vida a la democracia y a la reflexión. Pero el disenso pasa con frecuencia inadvertido, disfrazado por la retórica del consenso. El disenso está referido casi siempre a un consenso previo.
La divergencia de opiniones, el disenso, dinamizan la democracia; evitan el conformismo acrítico; propician los procesos reflexivos que surgen del intercambio de opiniones. Los partidos políticos requieren del disenso para dar vida a la democracia y a la reflexión. Pero el disenso pasa con frecuencia inadvertido, disfrazado por la retórica del consenso. El disenso está referido casi siempre a un consenso previo.
Ambos, consenso y disenso, se relacionan porque el disenso surge de un consenso y, el consenso, de un disenso. El consenso se presenta como acuerdo entre las partes para lograr un objetivo en común; el disenso, se presenta como negación al acuerdo, y como intención de aportar sentido diferente al consenso.
Por temor a perder votos, la discusión de temas sustanciales queda marginada; se evita el disenso y el planteamiento de transformaciones sustantivas; se imponen realidades que propician la pérdida del ejercicio reflexivo; se crean patologías sociales. La política se convierte en un mercado allí, donde los partidos políticos son simplemente agentes económicos que se disputan votos de los electores para obtener beneficios de ese mercado en disputa; el político se convierte en promotor de las preferencias del mercado y pierde una parte de su capacidad para equilibrar las fuerzas entre Estado, mercado y sociedad.
Autor:
Jorge Alejandro DelaVega L.
socius.tribus@gmail.com
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Referencias:
- Javier Muguerza: Etica, disenso y derechos humanos, Bs.As. 2002.
- Ernesto Garzón Valdés: El consenso democrático.
- Jünger, Ernst: Tratado del rebelde, Buenos Aires, Sur, 1963, p.51.-
- MacIntyre, Alasdair: Justicia y racionalidad práctica, Barcelona, Eiunsa, 1994, P.20.-
- Kusch, Rodolfo: La negación en el pensamiento popular, Buenos Aires, Cimarrón, 1975.
- MacIntyre, Aladair: Tras la virtud, Barcelona. Crítica, 1987, p.274.-
- Furet, Francois: Pensar la Revolución Francesa, Barcelona, Petrel, 1980.
- Bobbio, Norberto: Futuro de la democracia, México-Bs.As, FCE. p. 49.
- Huntington, Samuel: ¿Quién somos?, Barcelona, Paidós, 2004.
- Ernesto Garzón Valdés: El consenso democrático.
- Jünger, Ernst: Tratado del rebelde, Buenos Aires, Sur, 1963, p.51.-
- MacIntyre, Alasdair: Justicia y racionalidad práctica, Barcelona, Eiunsa, 1994, P.20.-
- Kusch, Rodolfo: La negación en el pensamiento popular, Buenos Aires, Cimarrón, 1975.
- MacIntyre, Aladair: Tras la virtud, Barcelona. Crítica, 1987, p.274.-
- Furet, Francois: Pensar la Revolución Francesa, Barcelona, Petrel, 1980.
- Bobbio, Norberto: Futuro de la democracia, México-Bs.As, FCE. p. 49.
- Huntington, Samuel: ¿Quién somos?, Barcelona, Paidós, 2004.
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